martes, 23 de diciembre de 2008

Bartolin trasnocha

Sin duda la mejor hora que encontraba Bartolín para llevar carne, no necesariamente fresca, a su casa, eran las que siguen a las 4 de la mañana.

Cuando los garitos han alcanzado hace ya rato, su pico de aforo, y la curva de gente guapa empieza a descender a ritmo logarítmico, Bartolín encuentra su momento.

Solo quedan tres tipos de mujeres, sin varón enganchado a sus caderas: las borrachas, las feas, y las que han follado en los retretes y vuelven de nuevo a la pista. Es el momento en que Bartolín pilla con una probabilidad mayor, o al menos, eso es lo que el cree, en realidad lo normal es que el sea el objeto indirecto.

Los días que no hay suerte, siempre puede ir a un bar de los que no cierran, a cargarse en algún taxista putero (valga la redundancia) y cabrón.

Me van a perdonar la brevedad y el malgastar una nueva idea, en un post tan rácano, pero madrugar en estos días me da dolor de cabeza y me pone un pelín más de mala hostia, por estar aun de resaca

martes, 9 de diciembre de 2008

Mi vida social

Este escrito lo empecé el domingo pasado sin estar delante del ordenador, esto no es una novedad, en muchas otras ocasiones, como ya les he contado alguna vez, la idea acerca de un nuevo post, me surge en la calle, con una yonkilata de cerveza en la mano.

Esta vez fue diferente, estaba en casa y me disponía a salir por la puerta, de hecho ya tenia el abrigo puesto, pero tuve la imperiosa necesidad de coger un bolígrafo y comenzar a garrapatear bosquejos de lo que, tenia esperanza, acabaría por ser uno de esos escritos, en los que uno se mira al ombligo, pero desde dentro.

Así me encontraba yo, era un día en el que tras dos días de salir seguidos, mi cuerpo, poco habituado ya, a los excesos, se había resentido. Mis amigos, sin haber salido tanto tiempo como yo, estaban también tocados y la quedada iba a ser, en un principio, tranquila, pero era eso mismo: el hecho de que aun estando un poco cansado no tuviera la única opción de quedarme en casa adormilado en el sofá, lo que me tenia allí, en la cocina, abrigado, de pie apoyado sobre la tabla azul de cortar, escribiendo con la puerta de la calle abierta.

Mi nueva situación, entre otras ventajas, me había llevado a tener de nuevo una incipiente vida social que se asentaba sobre dos pilares que a veces se entrelazaban: retomar las amistades de toda la vida, no es que las hubiera abandonado ni perdido, pero la frecuencia de nuestros contactos se había ido haciendo cada vez mayor; y, por otro lado, hacer nuevos amigos, cosa que antes era una cosa harto difícil, pues estaban supeditadas al beneplácito de Janes.






No se piensen ustedes que ella censuraba activamente mis quedadas con amigos, o mis nuevas amistades, eso sólo lo hacia muy puntualmente. Era mi superyo, del que ya les hablé anteriormente quien actuaba para complacencia de Janes, haciendo lo que sabía que ella quería: estar en casa y sólo salir en contadas ocasiones si ello implicaba algo que fuese distinto de una cena tranquila o una visita a casa de familiares o amigos. Todo esto produjo en jotauno un enquistamiento de relaciones sociales, llegando a limitar mucho sus temas de conversación, y relegando a la más absoluta obsolescencia su chorbagenda y, lo que es mucho más dañino, su garitoagenda. A día de hoy, por fin vuelvo a conocer sitios nuevos donde llevar a gente o a amigos, sitios que aportan algo distinto a los típicos y que espero, actúen como un catalizador para ir ampliando la lista.


Espero que mi superyo no se vuelva a hacer fuerte, y en el futuro no sea capaz de encerrar a jotados, aunque aparezcan nuevas Janes o yenis. Dicen que la experiencia nos ayuda a no cometer errores pasados y no cometerlos, pero también dicen que el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra....


lunes, 1 de diciembre de 2008

Compre suerte en doña Manolita

Cada vez que paso por Gran Vía a la altura de Callao, siento una sensación extraña que yo achaco a una mezcla casi a partes iguales de: indignación, asco y pena.

La gente se agolpa formando una cola de varias filas que va y viene calle arriba y calle abajo, y esta vez no es por que estén dando nada gratis. Es porque todos quieren, como dice el poeta en su canción: "Comprar suerte en doña Manolita". A veces me dan ganas de decirles que aprovechen una pequeña parte del dinero que van a invertir y, subiendo un poquito más arriba, o bajando un poquito hacia preciados, compre un libreo de esos de "estadística para principiantes".

Es un claro ejemplo, mucho más tradicional y mucho más localizado que el lotero de Sort, que a base de vender la mitad de los números reparte casi siempre el gordo de Navidad.

La gente que hace cola no se da cuenta que el que toque en un sitio más que en otros es pura estadística, que al venderse más números es más probable que toque allí, pero que encima no te toque a ti. Con lo que acabas realmente jodido: creerás haber tenido el número delante del tuyo, y haber cogido ese puto número acabado en 7 y que no te ha dado ni la pedrea?



Acepto y respeto que la gente sea supersticiosa, yo soy el primero, pero creo que las supersticiones, no pueden ser heredadas, ni importadas, que para eso ya tenemos las religiones.

Las supersticiones se las tiene que fabricar y desmoronar cada uno, en base a sus propias experiencias.

Por cierto, y para concluir, que no estoy muy inspirado y si lo estuviera, no gustaría mi musamina en este post, sino en el psudoguion novelado con falsas pretensiones, que tengo en camino, sobre un viaje a Estambul. Hoy he leído un gran chiste gráfico en el que se contestaba a quienes se quejan de la comercialización y la paganización de una fiesta religiosa. En estas próximas fechas lo que se celebra es una fiesta pagana, que se ha religiosizado y no al revés. Así que ya saben que contestarles a esos amigos y familiares pedantes, como aquellos que tuve en su día, que se quejan amarga y ficticiamente de la pérdida del significado de la Navidad.