miércoles, 7 de enero de 2009

Hoy me siento muy mujer

Se equivocan nuevamente, queridos lectores, no, no me ha dado por ponerme una compresa con alas, ni muchos menos meterme un tampón por alguno de mis orificios. Ni siquiera me comporto como si estuviera con el SPM, ni me estoy atiborrando a ibuprofenos.
Es más tampoco me atrevo a afirmar semejante extremo, porque me haya dado por ponerme anillo y collar o pulsera, o porque me guste posar como si me hicieran un book fotográfico.

Este texto se basa en la experiencia vivida hace unos pocos días, en la que un grupo de amigos y jotados acudieron a una discoteca de la zona de Chueca. El sitio en sí, no merecería para nada el calificativo de antro, pese al macarra de la puerta: todo dentro era amabilidad por parte de los y las camareras, la bebida no era garrafón y tenían el buen gusto de sólo permitir fumar en la parte de arriba y no en la pista, con lo que los ojos, y sobretodo la ropa, de todo el grupo lo agradeció al día siguiente.

Otra de las cosas que más me gustaron del sitio era su ambiente, y nunca mejor dicho, les explico: allí la gente sólo iba a dos cosas: ligar o en la menor parte de los casos, pasarlo bien con amigos, nadie iba en busca de pelea. Es más ,observé una situación donde alguien se intento colar en la barra y todo acabo de buenísimo rollo entre las 3 personas implicadas.






La gente allí era gente de lo más normal del mundo, es decir no era un sitio de esos que parecen un bar temático, huía de topicazos: no había un numero significativo de musculocas, osos, ni plumiferos, y las lesbianas que había eran en su mayoría "femmes".

Por primera vez pude comprender cómo se sienten las mujeres cuando acuden a una discoteca y no quieren ligar, en realidad esto lo comprendes, a posteriori cuando lo ves desde la perspectiva del recuerdo, aunque sea un recuerdo muy cercano.

Es curioso comprobar, como, a lo largo de la noche, nos entraron a todos los miembros masculinos del grupo que íbamos desparejados, a cada cual, en distinto momento, y de muy diferentes formas, pero siempre de manera bastante más original y educada de lo que suelen experimentar las mujeres en una discoteca hetero, por cierto al igual que sucede en estas últimas, con los chicos del grupo, esta vez fue a las componentes femeninas de nuestro grupo a las que no les entró nadie

Sentí ese breve incremento de ego de saber que le habías gustado a alguien, sin buscarlo, sin haber intercambiado ninguna mirada cómplice, sintener intención de ligar. También sentí, cómo en el fondo, el rechazo por mi parte, y creo que por la de mis amigos, mezclaba una parte de agradecimiento y petición de disculpas por no estar interesados en las otras personas.

Fue curioso, para completar un poco más esa empatía con una pequeña parte del ovillo emocional femenino, el tener que esperar largas colas para acudir al baño (que no se trataba de ningún subterfugio de cuarto oscuro), mientras el de las mujeres estaba casi vacío, y ver cómo en este caso eran hombre sólos que se colaban cuando nadie se daba cuenta en el baño femenino, para no tener que esperar.